La escuela y la medicina se llevaron a la Dra. Linda Villarreal del Valle del Río Grande, pero el destino la trajo de vuelta. Es un recorrido con tragedia y fortuna que le exigió fuerza y fe. Se convirtió en doctora enfrentándose a enormes dificultades y construyó un consultorio de renombre al servicio de todas las personas.
La decisión
No me considero una minoría ni una víctima. Soy de Edinburg, Texas y la mayor de siete hijos con seis hermanos varones menores. Éramos una familia exitosa de clase media. Mi madre era maestra de escuela (y auxiliar de enfermería durante la universidad) y obtuvo su título cuando yo tenía 10 años. Mi padre tenía una empresa de plomería y otros negocios. Estuve rodeada de grandes orientadores.
De niña, era enfermiza y recuerdo que iba en la camioneta de mi padre sin poder respirar debido al asma mientras me llevaba a la sala de emergencias. Me quedaba mucho en casa y disfrutaba de programas de televisión, como “Marcus Welby, M.D.” y “Dr. Kildare”. Una imagen en mi mente es la de nuestro médico de Edinburg haciendo una visita a domicilio en su enorme Cadillac y llegando a nuestra puerta con su maletín negro. Desde entonces, quise ser doctora.
Mi madre y yo éramos “las chicas” de la familia y éramos muy unidas. Ella me dio un amplio apoyo espiritual y financiero para lograr mi ambición de ser doctora. Cuando me fui a la Universidad de Texas con mi novio de preparatoria, sabía que ella quería que algún día volviera a Edinburg para ejercer, pero mi plan era no volver nunca. Yo quería algo más grande y diferente.
Mi novio y yo nos casamos y me dijo que dejara de estudiar medicina porque “requería demasiado tiempo”. Obedientemente le dije, “Está bien”. Los miembros de mi familia que eran farmacéuticos me animaron a ir a la escuela de Farmacia, ya que esa carrera requería menos tiempo, así que lo hice.
Ejercí la farmacia durante 10 años en San Antonio y me encantaba la interacción individual, especialmente con las pacientes que a veces eran demasiado tímidas para hablar de sus preocupaciones con un médico varón. Sin embargo, en mi corazón quería ser doctora.
Mi esposo seguía diciendo que no. Para entonces teníamos dos niños pequeños, pero decidí estudiar medicina. Por cuestiones de tiempo y dinero, elegí la Universidad del Noreste en Tampico, México. Como decidí estudiar medicina, nuestro matrimonio fracasó.
Yo quería la custodia de mis hijos, así que hubo una batalla legal y, aunque dos de mis hermanos eran abogados, era el sur de Texas a principios de los 80 y el juez emitió un fallo en mi contra. Entonces me vi obligada a viajar de ida y vuelta desde México para ver a mis hijos los fines de semana.
Después de dos años en México, regresé e hice mis rotaciones clínicas de tercer y cuarto año en San Antonio. Luego comencé mi internado en Cleveland, Ohio, y finalmente la residencia en Texas Tech University Health Sciences Center en El Paso. Durante todo esto, mis hijos nunca estuvieron lejos y creamos grandes momentos y recuerdos.
La tragedia
En Dallas, en 1989, tenía un contrato de trabajo con Kaiser y acababa de recibir mi licencia médica. Todo parecía positivo. Sentía que por fin todas las piezas del rompecabezas por fin se conectaban y que se había superado un reto. Sin embargo, esa semana llegó una noticia trágica. Mi madre y mi hermano menor (que entonces tenía 27 años) venían en coche a verme y ambos murieron en un accidente de tráfico frontal. Conmocionada, volví a Edinburg y simplemente me derrumbé durante un mes. Luego, un mes se convirtió en dos, y dos meses en tres.
Finalmente, mi hermano abogado me dijo, “Busca un empleo”.
Empecé a buscar en Edinburg. Mi ex marido y nuestro divorcio eran muy conocidos en la ciudad; durante un tiempo fue como traer una letra roja pintada en la frente.
Saqué mi currículum, me reuní con grupos médicos y varios me hicieron ofrecimientos. Uno estaba a 40 millas del valle, en Harlingen. Conduje hasta allí para firmar y pensaba trasladarme y trabajar allí. Por alguna razón, en el camino me detuve en la Basílica de la Virgen de Guadalupe. Conocía esa iglesia y sabía que había un teléfono cerca del vestíbulo. Algo me decía que debía llamar a casa.
Mi hermano contestó y dijo, “Regresa, hemos encontrado un empleo para ti”.
Un médico que llevaba mucho tiempo en Edinburg había cerrado su consultorio por bancarrota y su gran edificio médico estaba en proceso de embargo hipotecario. Mis hermanos hablaron con el banco y confiaban en que podrían arreglarlo. El banco me prestó el dinero, hipotequé el edificio y me instalé en Edinburg. Si no hubiera llamado a casa, habría firmado en Harlingen y nunca habría mirado atrás.
El Valle del Río Grande y Memorial Medical Care
Esta fue mi oportunidad para dedicarme a la medicina organizada, y me di cuenta de por qué mi madre quería que regresara. Había pocos médicos y la tasa más alta de no asegurados en Texas se encontraba desde Brownsville hasta Laredo. Tuve que establecer el consultorio, ya que todos los pacientes se habían marchado debido a la quiebra.
A todos los que entraban por la puerta, los veía. Algunos eran muy trabajadores, pero no tenían seguro médico ni dinero para pagar su atención médica. Pagaban con huevos o con ovejas. Una señora que perdió la cobertura de Medicare, a quien seguí atendiendo, me hizo un hermoso mantel de ganchillo que aún conservo y uso después de 20 años.
Para que se pareciera más a un hogar, cambié el aspecto del consultorio y su ambiente, añadí antigüedades, alfombras caras, una banca de iglesia y otras cosas. Le puse el nombre de Memorial Medical Care, en honor a mi madre y hermano. Mi objetivo desde el principio fue aportar integridad, valor y calidad al consultorio y no flaquear jamás. Me puse a disposición de los pacientes las 24 horas, los 7 días. Al poco tiempo estaba atendiendo de 25 a 30 pacientes al día.
Relaciones
El noventa por ciento de mis pacientes son de habla hispana y eso es lo que hablo con ellos. Si un paciente estaba enfermo y necesitaba más tiempo, me disculpaba personalmente con los demás que estaban esperando. Un ambiente conocido de atención también genera confianza. Por ejemplo, un paciente sufrió un ataque cardíaco en mi oficina y no quiso subir a la ambulancia sin mí, así que fui con él. Otra paciente necesitaba que le extirparan la vesícula biliar, pero no accedía a menos que yo estuviera en el quirófano con ella, así que allí estuve.
Memorial Medical Care ha llegado a ser respetado y me ha ayudado a ir a lugares como la capital del estado y Washington, DC, para hablar de la frontera y las necesidades del Valle. Cuando me puse en contacto con otros especialistas y proveedores médicos para que vinieran al Valle, se apuntaron.
Cuando WellMed y Optum se comunicaron conmigo en 2018 y me mostraron cómo podían ayudar y cómo estaban de acuerdo en todas las áreas de calidad y atención centrada en el paciente, como Memorial, además de sus capacidades y datos administrativos, y mucho más, me uní. En la actualidad, puedo prestar un mejor servicio mejor aún a mi Valle.
Hoy en día, a través de la misión de Optum, estamos cambiando la atención médica para bien en todo este gran país.
En 2022 cumplo 33 años como doctora en Edinburg. Tengo un marido que apoya mi pasión y mis dos niños, que ahora son un abogado criminal y un psicólogo, tienen su propia familia y viven cerca. Estamos tan unidos como pueden estarlo una madre y sus hijos.